domingo, 9 de agosto de 2009

la mujer inocente

Las calles se hicieron espesura
cuando te aventuraste
y durante el verdor
reíste de la penumbra.
Las páginas de los libros
se amarillentaron
cuando avanzaste
y hablaste la palabra del nuevo día.
Los cánticos se entumecieron
cuando Dios hizo sonar tus labios cual gotas.
Estas remembranzas
están impregnadas de ti
porque dormiste
cuando intenté rodearme con tu noche.

VI
Sé que tú me sientes deambular en tu conciencia
Oyes cómo retozo por la pradera
con tus manos y con las mías
superpuestas en el aire que rueda al caer tu párpado.
Ves que también hay un milagro tuyo
Se abre junto al intenso pétalo de la luna.
Tu ropaje se ha trastrocado con mi visita
y se esconde como una anémona que agoniza
sin extrañar la vida.
Vida que le damos tú y yo en este infinito descanso,
este laberinto que nos desnuda
y yergue a nuestras ansias,
luces ebrias ya del vino de su estío perpetuo.
Almas a solas en su descabellado pedido.
Pero he vuelto a la placidez de mi mano,
ese sueño que se acomoda para acariciarte.
Ya no temo que un súbito girar de su dedo ocre y deforme
haga trizas el rasgo de tu pausa,


L.A. Spinetta Guitarra Negra 1978

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